Bienvenidos

Hagamos juntos un camino que se anda con los ojos, un camino construido con letras. Un camino cuyo final pueda ser elegido y diferente para cada lector. Y es que a veces caminando podemos descubrir que la vida está llena de maravillas, solo tenemos que caminar sobre el libro adecuado.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

Haikú

Luz que con fuerza
golpea y se revuelve,
¿Dónde fuiste amor?

martes, 25 de mayo de 2010

Reflexión sobre las experiencias

Casi por inercia acaban ocurriendo las cosas más inesperadas. Quizás debería enfadarme, estar indignado con eso y tomar las riendas de mi propia carreta. Guiarla por el camino más justo y sobre todo el camino que yo decida. Un camino ligado al honor, y al mismo tiempo un camino donde poder practicar el pillaje.
Me pregunto si mi vida acabará el día que la inercia cese. Cuando ya nada empuje mi cuerpo y mis músculos tengan que realizar la mayor parte del trabajo ¿serán capaces de responder? Espero que sí. Espero poder ser algo más que una marioneta cuyos actos ya han sido previstos por algún tipo de ente superior.
Y así vuelve a comenzar esta lucha contra los elementos, que solo yo puedo presenciar y sucede dentro de mi cabeza. Una lucha contra enemigos invisibles que aprovechan cualquier momento de debilidad para asestar sus golpes. Supongo que esos enemigos son lo que el resto de las personas llama Miedos.
Por mucho que lo intento no puedo, no puedo librarme de ellos. Hay algo que me lo impide. Puede que estén aferrados a mi con tanta fuerza que no haya forma de despegarlos... ¿O quizás soy yo el que se aferra a ellos?
Entonces las preguntas, que siempre han estado ahí, aunque con tinta invisible, aparecen. Y pienso el por qué de tantas y tantas cosas, situaciones y decisiones que he tomado. Piensas en cómo cambiar lo que hiciste mal, pero no encuentro la forma. Finalmente sólo consigo llegar a la conclusión, y es que quizás la solución resida en el aprendizaje.
Nuevamente más preguntas tras esta conclusión, ¿Están los errores predeterminados en nuestra vida? No lo sé, mi impresión me inclina hacia el sí. Pero después, tras recapacitar me doy cuenta de que no. Somos nosotros, que en ciertas circunstancias tomamos decisiones equivocadas e influenciadas por factores que quizás no sean los más beneficiosos. Factores como el placer, que nos proporciona bienestar, en ocasiones únicamente momentáneo.
Sólo cabe esperar que, después de tantos errores, la experiencia sea una de mis mejores aliadas contra las decisiones incorrectas. Poder pensar fríamente en cada momento y no dejar que las circunstancias me venzan, haciéndome perder la cabeza. Y mirándolo de otra forma, espero haber madurado tras todas estas vivencias.

Bajo la sombra

El silencio de la noche alimenta el sentimiento de vacío en mi interior, que tras creer haberlo calmado vuelve constantemente.
Vivir bajo una sombra o bajo algo inmenso que la crea, y sin manera de salir de ella. Por más que buscas un resquicio la luz no pasa a través de ese obstáculo. Ese obstáculo al que llaman prejuicio.
Cuando tu meta, tu misión, tu vida la dedicas a saltar esa valla de altura indeterminada y una y otra vez no haces más que chocar contra ella. Ni siquiera consigues derribarla. Es entonces cuando te das cuenta de que por mucho que hayas recorrido no puedes escapar de él.
Como todas las personas cometo errores, errores que me enseñan y me ayudan a seguir adelante dejando heridas en diferentes lugares del corazón. Esas heridas sanan, pero la cicatriz perdura por siempre. Cuando recuerdas ese error te das cuenta que no eres más que una pequeña partícula, que no ha conseguido ni tan sólo avanzar un pequeño tramo hacia su meta...
Siempre me perseguirá ese prejuicio, después de todo esa sangre que derramé proviene del prejuicio y no podré descansar en paz hasta saltar la valla.
Incluso siendo así... a veces el alma necesita un descanso que dar al cuerpo y se deja llevar por el prejuicio, entonces es cuando piensas, es el destino... Nunca lo conseguiré. Aún así quiero seguir pensando que mi sueño algún día se cumplirá y podré mirar el mundo desde arriba, donde sentiré que soy diferente de él...

Camino de vuelta

Una vez más encontré una excusa para seguirla hasta casa. El camino de regreso de la facultad era cuando más tiempo podía pasar con ella. No sabía siquiera que existo, pero no me importaba. Hoy la noche había caído, segun me parecía, antes de tiempo. La visibilidad no era demasiado buena. Llegué al cruce de la calle San Jacinto, y, como cada día, aproveché para adelantarme por una calle paralela. Llegué nuevamente a la calle donde ella se encontraba. La niebla mezclada con la luz amarillenta de las viejas farolas crean un ambiente que hace a mi mente volver a días pretéritos. Un leve viento me enfría la cara devolviéndome al presente. Pude verla a lo lejos, puedo distinguir perfectamente su forma de andar. Ese pelo negro rizado que cae por sus hombros de la blusa blanca entreabierta, que a pesar del frío deja ver parte de su pecho y su sostén. Me obligo a dejar de mirarlo para centrarme en sus ojos oscuros que miran hacia el suelo perdidos. El vaho que desprenden sus dulces labios rojos adquiere forma cuando suspira y recoloca el bolso en su hombro. Nos acercamos y el ruido de los tacones de sus botas negras marca el ritmo de mi corazón, que, a medida que la distancia se acorta, se acelera arrítmicamente. Nuestros cuerpos y nuestras miradas se cruzan al caminar por la calle, una sonrisa al mirarla me es devuelta. Una imagen que guardaré como si de una foto antigua en sepia se tratase... Y junto a los demás recuerdos, las demás imágenes formarán el puzzle que me hace recorrer todo este camino cada día para poder verte.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Historia del Nogal: Amor Maldito

Normalmente experimento una cantidad de sensaciones que la mayoría de las personas no puede ni llegar a imaginar. Ver el sol rojizo desperezarse y levantar el vuelo en una mañana que promete ser lluviosa y en la que la luna aún está presente en el cielo, a medida que el sol sube, esta baja, como si de una balanza se tratase. Es un privilegio que muy pocos tienen. Sentir el viento frío en la cara, que te hace evadirte de toda la sociedad y sumergirte por completo en la naturaleza. Crear una simbiosis, de respeto, perfecta con la madre tierra, con la diosa Gäia.

La pena es que esto haya tenido que descubrirlo por obligación, y también es una pena que sea un secreto, un secreto que guardo con la tierra, con el viento, con la lluvia y con los árboles también. Hoy un viejo Nogal me contó una historia, de Eras pasadas, según decía. Ahora os la contaré yo:

Joven e intrigante, extrañamente preciosa y autista, así definían a Liena los habitantes del bosque. Una dama elfa nacida en una protección absoluta y castigada a no socializar por su propia familia. Huérfana de padre, vivía con su madre, como su única amiga y ser querido, en una humilde casa apartada de los demás. Únicamente hablaba con una persona que no fuese su madre, Arnod, cuya colección de libros siempre había estado a su disposición. Todos los de la aldea la creían rara, pero no le importaba, sus razones tenía.

Rara vez se le permitía salir a solas a pasear por el bosque, con un pequeño libro en la mano, siempre mecía los árboles cantando una canción, con bella voz, en quenya que de pequeña aprendió. Hasta llegar a aquel Nogal cuyas raíces siempre le dieron un buen cobijo a su lectura, novelas románticas por lo general, que le enseñaban lo que nunca tendría. Amaba la soledad y este lugar era el más idóneo para sumegirse en un mundo de fantasía donde ella era la protagonista, y ya que no podía hablar con nadie, los libros y la naturaleza conformaban su sociedad.

-Bonito día ¿Verdad?

Se trataba de Goldor, un bello elfo de su aldea, sólo de vista lo conocía, pero se había fijado en él alguna que otra vez. Ojos azul cielo y sonrisa que derrochaba simpatía y encanto. Se levantó sin mediar palabra e hizo el amago de marcharse, pero él le cortó el camino interponiéndose.

-¿Ya te vas?- Preguntó con amargura.

Tras aguantar su mirada un par de segundos, se dispuso a marcharse nuevamente, y sus palabras volvieron a impedírselo:

-Espero volver a coincidir contigo, yo no creo que seas tan extraña como dicen.

Se giró y se puso frente a él, dolida por el comentario. Se quedó mirando a sus ojos, él pudo observar el magnífico brillo de aquellos ojos oscuros, que hacían contraste con su blanca piel y juego con su cabello negro y ondulado. Le pareció la imagen más maravillosa que nunca había visto. La quiso para él, aunque la gente de la aldea no opinase igual, era la elfa más bonita que nunca había visto. Ella le respondió:

-Pues no, no soy extraña, soy una elfa como otra cualquiera.
-Si no más bonita.

Sus ojos la recorrieron por completo, una fina piel de dulce apariencia y unos perfilados labios color carmesí. Varios segundos de silencio se hacían eternos durante los cuales él se fijaba memorizando cada detalle de la diosa que tenía delante. Hasta que sus ojos vieron el libro que llevaba:

-¿Qué lees?- Dijo rompiendo el silencio.

Desde entonces cada día se encontraron en ese mismo lugar, ese viejo Nogal era su lugar secreto y el testigo de sus encuentros. Fue surgiendo una amistad, nuevas sensaciones que Liena nunca había sentido. Hablar, reír, jugar... Resultaba reconfortante poder contar con alguien que no fuese su madre, a quien no comentó nada de lo que acontecía en sus paseos por el bosque.

La comida ya estaba en la mesa cuando llegó del bosque y su madre la esperaba sentada en una de las butacas. Empezaron a comer como siempre:

-He oido rumores, y me tienen algo preocupada.
-¿Qué rumores?
-Dicen que tienes una bonita amistad con Goldor.¿Es verdad?
-...
-Entonces es verdad.
-Sólo somos amigos...
-¿Le amas?- La interrumpió dejándola con la palabra en la boca.
-Sí.

Liena avergonzada, enfadada y decepcionada por cómo había contado Goldor de sus encuentros, se encerró en su habitación con los ojos bañados en lágrimas. Durante los meses que siguieron no acudió a la cita diaria con Goldor. Tenía miedo de lo que pudiese ocurrir, Goldor no lo entendería. Liena había heredado una marca de nacimiento, en el muslo derecho, una marca roja en forma de corazón. En su familia a lo largo de la historia había aparecido con frecuencia, y quien la llevara estaba destinado a morir en su primera noche de amor.

Tres meses habían pasado y decidió volver a su amado y extrañado bosque, a las raices del viejo y cómodo Nogal, para leer un rato, y por qué no, recordar a Goldor. Cuando llegó se sentó tranquilamente, abrió el libro y dejó que el viento golpeara su pelo y lo meciera con suavidad.

-Bonito día ¿Verdad?

El latir de su corazón se aceleró tanto que dió un respingo, y miró a Goldor con miedo y alegría al mismo tiempo. Evitando mostrar ningún sentimiento le ignoraba mirando el libro, pero por dentro vibraba.

-¿Por qué no has vuelto? Te he estado esperando desde entonces.
-No puedo decírtelo.
-¿Por qué?.
-No lo entenderías- Goldor se acercó hasta que sus rostros estuvieron separados únicamente varios milímetros.
-¿Acaso no me amas?

Su corazón ansiaba decir que lo amaba con todas sus fuerzas pero sólo, logró decirle que no podría entenderlo, mientras sus lágrimas resbalaban por su fina y bella cara. Entonces la abrazó tan fuerte como pudo, y ella por primera vez sintió su cuerpo, su calor.

-Te amo como jamás he amado a nadie.
-Yo no puedo amarte...
-¿Por qué...
-Porque... porque eso me mataría.

El abrazo cesó y ella se sumergió en el suave aroma de su piel, que le hizo olvidar las últimas palabras que había dicho.

-¿Me amas?- Preguntó él.
-Sí.

La pasión empezó a recorrer ambos corazónes, él acarició su cara y sus labios se juntaron dando lugar a un tierno y apasinado beso, que desembocó en caricias que recorrían el cuerpo del otro, abandonándose al placer. Sus cuerpos se unieron, se buscaban el uno al otro y finalmente se fundieron formando un sólo ser. La noche fue testigo de su amor. Antes de caer en el sueño eterno ella le susurró al oído:

-Te amaré siempre.

La luz del día le despertó calentando su cuerpo desnudo junto al de Liena. Le acarició la cara y la besó, estaba alarmantemente fría. La llamó en voz baja, luego fue creciendo hasta acabar gritando y derramando lágrimas sobre su frío rostro, que aunque sin vida conservaba su belleza. Entonces recordó lo que le había dicho el día antes, si lo amaba moriría. El dolor recorría todo su cuerpo entre sollozos y amargas lágrimas llenas de culpabilidad.

Tanto tiempo pasó llorando que sus lágrimas se acabaron y sus ojos quedaron secos. Dejó de alimentarse, no encontraba sentido a la vida sin ella, y finalmente la pena lo mató, para poder por fín encontrarse con ella en su siguiente vida.